En 1926 pasaron por Tucumán famosas compañías teatrales y una de las más esperadas fue la encabezada por José Podestá, famoso actor considerado el iniciador de la tradición teatral nacional y figura emblemática del circo criollo.
Cuando debutó en la provincia, el 10 de septiembre, festejaba ya medio siglo con la actuación. LA GACETA señalaba que el actor se presentaban con el objeto de iniciar una breve temporada con la que iba a despedirse definitivamente de Tucumán. Agregaba luego que Pepe Podestá tenía un descanso bien ganado: durante 50 años había dedicado todos sus entusiasmos y actividades a dar vida y alentar en la mejor forma posible nuestro teatro criollo, haciendo que ascendiera desde la pista de los circos hasta el tinglado escénico, donde obtuvo la definitiva consagración.
La compañía debutó con la obra La piedra del escándalo, del poeta Martín Coronado. Como cierre de la velada, el veterano actor encabezó una Gran fiesta campestre, donde todos cantaron y bailaron piezas del repertorio folclórico. El Pericón Nacional le puso fin a la velada.
El grupo se había presentado en Córdoba, donde La Voz del Interior destacaba el atractivo de su repertorio eminentemente popular, para decir de los hermanos Podestá “que son en nuestro teatro nacional toda una institución, fuertemente ligada al desarrollo del mismo. Fueron ellos los que colocaron la piedra fundamental del teatro argentino, y los mismos que cultivan aquel viejo repertorio”.
El diario cordobés también destacaba la importancia de Pepe Podestá con su famoso Pepino el 88 y estimaba que la gira era su despedida de “aquellos públicos que supieron aplaudirle a través de una tesonera labor”.
El grupo había venido a Tucumán, allá por abril de 1893. “Nos visita por primera vez la compañía de Pepe Podestá. Esa famosa troupe que puso los cimientos del teatro nacional con una temática incuestionablemente nuestra”, señala, a propósito de aquella vez, Manuel García Soriano, en “Tucumán en el último tercio del siglo pasado”, publicado en la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán de 1968. El repertorio del conjunto estaba compuesto por Juan Moreira, Juan Cuello, Martín Fierro, Julián Jiménez o Santos Vegas, todas ellas obras emblemáticas de la temática gauchesca. García Soriano señala que “componían la troupe María, Gerónimo, Pablo, Pepe y Antonio Podestá. Insignes glorias del teatro argentino”.
La actuación de 1926 fue de unas dos semanas con éxitos a sala llena. El público con sus aplausos y felicitaciones reconocíó la larga y rutilante carrera del director. Otra obra de Coronado se estrenó en la segunda noche, La chacha de Don Lorenzo. Para el cierre, fiesta campera.
A lo largo de la temporada se estrenaron obras como Cobarde, de Víctor Pérez Petit; La ley oculta, de Claudio Martínez Paiva; o El rosal de las ruinas, de Belisario Roldán. En la parte final del ciclo, Podestá estrenó obras emblemáticas como Santos Vega con un lucimiento del actor en el personaje principal; y Juan Moreira, en dos oportunidades. Ambas fueron del agrado del público que esperaba poder verlas.
Pepe siguió cerca del teatro, escribió su autobiografía en 1930 y murió en La Plata, el 5 de marzo de 1937.
Las bases del teatro argentino
Hablar de la familia Podestá es hablar del teatro argentino. En mayo de 1880 llegan a Buenos Aires desde Montevideo para debutar en el Jardín Florida con su compañía circense, al tiempo que realizan extensas giras por el país. La gran compañía conformada por los hermanos Podestá cumplió un rol clave en la época de oro del teatro nacional.
Fue una familia de origen genovés iniciada por Pedro Podestá y María Teresa Torterolo, que se afincó primero en la capital uruguaya para luego trasladarse a Buenos Aires hacia mediados de los años 40 del siglo XIX. Antes del fin de Juan Manuel de Rosas vuelven a Montevideo. Por eso sus nueve hijos nacen entre las dos ciudades. José Podestá, el famoso payaso Pepino el 88, viene al mundo el 6 de octubre de 1857. Hacia 1881 se hace famoso el clown que vestía de blanco con grandes dibujos negros que personificaba. Sus actuaciones inundan Uruguay. Hace chistes de actualidad y canta para incorporar, hacia 1883, el payador de temas gauchescos. De tal manera que en Pepino se incorporan distintas técnicas de actuación, como el trapecista, el acróbata, el payaso, el guitarrista y la canción.
En 1884 los Podestá actúan en el circo brasileño de Cándido Ferraz, donde Pepino se convierte en el atractivo popular de la compañía en sus actuaciones en Buenos Aires. Además tenían experiencia, como señala Beatriz Seibel en el prólogo de la Antología de obras de teatro argentino, obra editada por el Instituto Nacional del Teatro, en sainetes presentados en el circo, como El negro boletero o El maestro de escuela, además de pantomimas sobre el accionar de bandidos españoles o italianos.
La fama de Podestá llama la atención de los hermanos Carlo, que actúan en el Politeama con su compañía ecuestre norteamericana, que lo quieren para una pantomima con la historia de un bandido criollo. Se unen y logran adaptar la obra de Eduardo Gutierrez Juan Moreira para que sean actuados por criollos, ya que no había tenido buena aceptación que intérpretes italianos o españoles hicieran personales gauchescos. La vida del famoso gaucho le permitó a los Podestá realizar giras de gran éxito. En 1886, luego de una clamorosa actuación en Arrecifes y por pedido del dueño del lugar donde actuó, decide cambiar la pantomima por un drama hablado. Esta decisión produce un cambio teatral que explota a partir de 1890: todas las compañías estrenan dramas gauchescos y luego otro tipo de obras que cambian la estructura del espectáculo teatral. Desde allí se incorporan las compañías locales y crecen las obras rioplatenses.
Dejan la carpa
Hacia 1900 la troupe de los Podestá va dejando la carpa para comenzar a actuar en salas teatrales porteñas, dejan atrás la etapa de circo criollo para convertirse en compañías lírico-dramáticas como se decía entonces.
José Podestá se convierte en primer actor y director de la única compañía nacional en una sala. Desde allí crecen otras debido al gran apoyo del público y aumenta la producción local. “Es el florecimiento del teatro argentino en el siglo XX”, dice Seibel.